¡Por fin! Tras un par de meses en «barbecho» La Biblioteca Ambulante vuelve a abrir sus puertas para dar paso a un nueva temporada. En el primer episodio, «Booktube, bookstagram y el consumismo» me enfrento ante el micrófono por primera vez sin acompañante. Y lo hago para poner un tema sobre la mesa que lleva tiempo preocupándome y rondándome la cabeza. ¿Nos estamos pasando con el tema de fomentar la compra o la adquisición de libros de forma descontrolada?
Para ello reflexiono sobre cómo he visto evolucionar el sector de los blogs literarios, los canales de YouTube sobre libros y las cuentas en Instagram.
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Booktube, bookstagram y el consumismo
Quizá deberíamos empezar por el principio. Booktube y bookstagram hacen referencia a las comunidades de Youtube e Instagram (respectivamente) de creadores de contenido que realizan vídeos e imágenes dando a conocer novedades literarias y en general, nuevas lecturas.
A la hora de abordar el podcast, me parecía interesante analizar cómo habían ido surgiendo poco a poco esas dos comunidades, precedidas por el boom de los blogs. Porque lo cierto es que, aunque surgieron en épocas distintas, las tres han conseguido fusionarse y funcinar de manera complementaria en muchos de los casos. Y es que su éxito es incuestionable.
Muchas de esas cuentas grandes de YouTube favorecieron que sagas como Los Juegos del Hambre e incluso Harry Potter se convirtieran en los casos de éxito que resultaron ser. Y de hecho muchas editoriales se dieron cuenta del potencial: comenzaron a apoyar a estos creadores de contenido enviándoles material (libros y galeradas) para que apareciesen en los blogs, canales de YouTube y perfiles de Instagram.
La competencia entre los creadores de contenido
Sin embargo, aunque este fenómeno puso en valor la cantidad de gente joven que lee y en efecto, acercó a muchos que no lo hacían, hubo un aspecto negativo que afectó a gran parte de ellos: la competencia.
Surgieron tantos canales, perfiles y blogs que comenzó a ser difícil seguirle la pista a todos ellos y el alcance de muchas de las publicaciones comenzó a descender (no solo por la cantidad, sino por el resto de gente que creaba contenidos y por los algoritmos). Por lo que la cantidad de vídeos que debían subirse empezó a incrementarse considerablemente. Lo normal era tener una o dos citas semanales donde, por ejemplo, los booktubers subían vídeos con una pila enorme de libros que les habían llegado o se habían comprado.
Y cuando esta práctica empezó a hacerse más normal, cuando lo «corriente» era encontrarte un vídeo semanal con -digamos-10 libros nuevos, a mi me empezó a agobiar mucho la situación. Sin formar parte de ninguno de los canales más potentes, como consumidora, empecé a sentirme mal por todos los mensajes que me llegaban en los que se promovía la compra constantemente. En todos veía como me «recomendaban» leer todos esos libros al mes. Justo los que correspondían con potentes campañas publicitarias.
De hecho recuerdo que nosotros mismos (aquí me meto en el grupo de «blogueros») entramos en una espiral cuestionable donde intentábamos ser los primeros en reseñar determinado libro. O donde la gente iba a presentaciones de libros solo porque les habían invitado, pese a que no tenían tiempo de leerlo ni los iban a leer.
Booktube me hizo colapsar ante tanto branded content
Así que paré. Estuve una gran temporada sin actualizar este blog y de hecho dejé de seguir una gran cantidad de cuentas de booktube/bookstagram. Sentía que estaba rodeada de muchos mensajes que me animaban a hacerme con una cantidad de libros que era prácticamente imposible que leyese en toda una vida. Y cambié la estrategia de mi blog.
Empecé a fijarme más en editoriales independiente (sin dejar de lado los grandes grupos, que también publican cosas muy interesantes). Pero intentaba medir mejor todo aquello que compartía. Y es algo que todavía me preocupa con todos los contenidos que voy generando en mis perfiles sociales.
Estoy segura de que no es algo solo de la comunidad literaria, pues en el sector de la moda, la tecnología o la papelería, pasa también. Pero a mi me produjo un sentimiento de rechazo enorme. No por las editoriales que enviaban ejemplares a los creadores, sino por éstos mismos. Que publicaban una gran cantidad de libros que evidentemente es muy difícil que consigan leer en su día a día.
Llegué a ver gente que compraban libros para hacerles fotos y luego los devolvían. Gente que suplicaba a editoriales semana tras semana para conseguir ejemplares gratis. Incluso otros que pedían libros a amigos solo para poder tener «la foto» o «el vídeo» de esa semana. Y otro tipo de perfiles, que simplemente adoran coleccionar libros y piden cuantos más mejor con el mero hecho de «tenerlos»… Aunque no los lean.
Pero también comprendí que se le podía poner «pause» a ese círculo vicioso. Que se puede elegir mejor a quién seguir. Que los vídeos pueden tener una vida B si los donas a bibliotecas o los llevas a librerías de segunda mano. Y ese agobio comenzó a reducir bastante. Todo ello te lo cuento en este episodio del podcast. ¡Escúchalo!