Algo en lo que creer de Nickolas Butler ha sido mi «libro de la cuarentena». Literalmente, lo empecé un día antes de que el Coronavirus arrasase con nuestros hábitos, costumbres y rutinas.
Así pues, casi como una especia de salvavidas, mi inconsciencia me animó a acercarme a Nickolas Butler, algo ya familiar y cercano, para que me sirviese de guía durante las primeras semanas. Y vaya si lo hizo. Aunque mucha gente empezó a leer sin parar, a mi me costaba tanto casi como si se tratase de unos deberes. Aunque mi sentimiento no era exactamente de rechazo.
El libro fue como cuando te compras una tableta de chocolate y vas poco a poco comiéndote una onza diaria para que no se te acabe del tirón y sientas el vacío de la despensa. Cada ratito que sacaba ganas y energía, volvía a Algo en lo que creer y me imaginaba esos escenarios agrestes, los árboles del otoño, las camisas de cuadros y las furgonetas rancheras. Tras leer Canciones de amor a quemarropa y En el corazón de los hombres, Nickolas Butler ha vuelto a crear una historia de esas que te reconfortan, te acompañan de la mano y te hacen sentir como en casa. Aunque tenga una base real y un contexto de denuncia.
De qué trata Algo en lo que creer de Nickolas Butler
Algo en lo que creer cuenta la historia de Lyle y Peg, un matrimonio que disfruta del paso lento de la vida en Wisconsin, de los placeres de lo cotidiano y de su nieto Isaac, su mayor tesoro. Lyle disfruta viendo como cada cosa insignificante despierta una gigantesca curiosidad y emoción en Isaac, quien le hace sacar al niño que lleva dentro cada vez que escucha su risa desbocada.
Juntos disfrutan de la cosecha, de las amistades de toda la vida de sus abuelos y del helado. Sin embargo, todo va tornándose un tanto menos alegre cuando Shilow, la madre de Isaac, comienza a visitar una congregación religiosa y a relacionarse cada vez más con Stephen, el pastor.
Las fricciones entre Shillow y sus padres se hacen cada vez mayores por culpa del fanatismo e Isaac va apagándose poco a poco, para frustración de Lyle y Peg que no entienden nada. Este contexto da al autor el pretexto para reflexionar en torno a las creencias, los extremos, el miedo a lo desconocido, la importancia de la comunidad y en especial de los vínculos familiares.
Lo que hace especial el libro
Una de las cosas que debemos saber a la hora de leer el libro es que está inspirada en hechos reales. En concreto, en el caso de Madeline Kara Neumann, una niña de once años que murió por no recibir asistencia médica. Este suceso trastocó totalmente a la población de Wisconsin y destapó el peligro que suponen muchas sectas y fanatismos en Estados Unidos.
No ha sido un tema fácil de abarcar. La religión sigue siendo un tema tabú en algunas sociedades, más en pueblos pequeños donde las creencias no son algo individual sino social. Aun así Nickolas Butler intenta acercarse y comprender cómo una familia puede enfrentarse a una situación similar. Lejos de recrearse en ello, lo utiliza como pretexto para hacerse preguntas e intentar darles respuesta.
Y todo ello, lo hace como nos tiene acostumbrados: a través de historias muy bien construidas, de personajes cercanos y complejos. Pero también creíbles y sinceros. Como el resto de libros de Nickolas Butler, he disfrutado mucho especialmente con estos personajes y con la capacidad que tiene el autor de hacernos viajar a un entorno extraño pero que a través de sus palabra se convierte en familiar, nostálgico, cercano. En definitiva, leed a Butler. Acercaros a sus historias. Pensad sobre ellas.