Nada de Carmen Laforet es una de esas lecturas que sabes que antes o después llegarán a tu vida. Y es que, más allá de toda la historia que hay detrás del libro, Nada tiene la capacidad de conectar con el lector de una forma feroz y honesta. De enternecerte y ponerte la piel de gallina con una sutileza que solo está reservada para las grandes escritoras, como lo fue ella. Y sumergirte en esta narración donde los olores, el calor y la humedad son tan palpables que te permiten transportarte a la calle Aribau con tan solo pasar de página.
De qué trata Nada de Carmen Laforet
Andrea, la protagonista de este libro, es una joven que, tras quedarse huérfana y pasar al cuidado de sus tías del pueblo, consigue que la envíen con la familia de su madre que reside en un barrio noble de Barcelona. Esta decisión no es trivial, los recuerdos que tiene de ese lugar son lo más parecidos a un hogar de lo que ha tenido hasta ahora. Y como cualquier persona joven, está ansiosa por sentirse libre y conocer gente interesante. Por ello empaqueta todas sus escasas pertenencias y toma un tren cargada de ilusión, esperanza y alegría por las posibilidades que Barcelona le pueda ofrecer.
«Es la primera vez que viaja sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche’
Pág. 11
Mientras recorre la ciudad, se maravilla por todo lo que le rodea: el eco de los pasos resonando en los adoquines, la humedad por la cercanía del mar, las luces, las calles amplias… hasta que llega a la calle Aribau, donde vive su familia.
De golpe, la imagen que tenía de ese hogar se rompe por completo y descubre que su familia solo es un reflejo de lo que era. Su abuela, los cimientos que mantenían a flote a la familia, está cada vez más pequeña y débil. Sus tíos han sufrido demasiado por la guerra y han cambiado totalmente, volviéndose violentos entre sí y con la mujer de uno de ellos. La luz de la casa también ha desaparecido: los muebles se han ido amontonando al igual que el polvo, la desilusión y la tristeza.
‘Una mañana de otoño en la ciudad, como yo había soñado durante años que sería en la ciudad el otoño: bella, con la naturaleza enredada en las azoteas de las casas y en los troles de los tranvías; y sin embargo, me envolvía la tristeza.’
Pág. 31.
Lo que hace especial el libro
Con apenas 23 años, Carmen Laforet ganó la primera edición del Premio Nadal (1945). Como te puedes imaginar, que una escritora ganase un premio literario, siendo mujer, en aquel año, siendo tan joven, relatando la desesperanza y soledad que la guerra había dejado en una ciudad como Barcelona… fue totalmente impactante. La gente se volcó totalmente con su trabajo, llegando a agotar tres ediciones distintas ese mismo año. Y, a su vez, también recibió muchísimas críticas y una presión mediática nada fácil de gestionar. Sin contar que parte de la historia de Andrea es la de la propia escritora, ya que tiene muchas referencias autobiográficas.
Pero, más allá de eso, me resulta increíblemente fascinante que un un libro como éste haya trascendido de tal manera. Un libro intimista, relativamente corto (ronda las 200 páginas), y abiertamente desperanzador. Recoge con suma delicadeza cómo la gente sufrió con la Guerra Civil Española. Y ya no sólo durante el conflicto, sino después. Cómo les costó recuperarse y volver a vivir. La hambruna, los traumas, la violencia e incluso la pobreza más absoluta, están presentes a lo largo de todo el libro.
‘Resultaba incongruente oír hablar de derechos a aquella viejecilla desgraciada, que era capaz de morirse de hambre si la comida estaba escasa para que quedase más a los otros, o de frío para que el niño tuviese otra manta en su cuna(…)’
Pág. 140
Los retratos de desilusión y belleza de la posguerra
En Nada también encontramos una fuerte crítica a la diferencia social. Y eso lo vemos gracias a Ena, la amiga de Andrea. A diferencia de ella, Ena tiene una familia privilegiada. Cuentan con una posición respaldada por los negocios del abuelo, con una amplia y lujosa casa, con comida caliente a diario. Y con sueños alcanzables gracias a su dinero. Pero Andrea no tiene nada más allá que a ella misma. Su familia le avergüenza, tiene la increíble suerte de poder estudiar en la Universidad pero tampoco tiene claro qué va a ser de ella, más allá de la posibilidad de casarse con un hombre, si se da tal caso.
Pero, pese a todo lo anterior, en Nada encontramos mucha belleza. La de los pequeños gestos – como los de la abuela dejándole a Andrea sus raciones de pan-, sus conocidos soñando con un futuro mejor y la de las increíbles imágenes de las calles de Barcelona. También es muy interesante ver cómo Laforet mostró la evolución que experimenta la protagonista y su madurez a lo largo del año en el que transcurre la historia. Y por supuesto, la independencia de Andrea, a la que se agarra con uñas y dientes.
En resumen, Nada es un libro imprescindible. Es duro, pero repleto de belleza. Magníficamente escrito y repleto de frases para enmarcar. Léelo si todavía no lo has hecho. O guárdalo para cuando necesites leer un buen libro. A sus pies, Carmen Laforet.