A veces cuando lees un libro y tienes mucho trabajo encima, no lo disfrutas del todo. Para esos momentos, quizá es bueno tener a mano uno entretenido que no requiera mucho tiempo ni mucha atención tampoco. En mi caso, cuando leí «
Cuando yo tenía cinco años, me maté» estaba en plena etapa de entrega de trabajos finales que combinados con las prácticas de empresa (y la posterior etapa de exámenes), se me hizo cuesta arriba. Lo iba leyendo a ratitos y conforme lo hacía me arrepentía.
Cuando yo tenía cinco años, me maté es un libro de ésos que debes leer con tiempo, una tarde o un fin de semana, porque realmente te atrapa desde la primera página. Con lluvia de fondo y bajo una gran manta, por ejemplo. No es de esos que puedas leer a ratitos o al menos eso es lo que una servidora sintió. Por eso lo he vuelto a leer ahora que he terminado los exámenes. Y sólo añadir que se ha convertido en una de mis lecturas favoritas. Pero os cuento por qué:
Cuando yo tenía cinco años, me maté de
Howard Buten
Argumento: La vida de Burt podría ser la de cualquier otro niño de ocho años. Vive con sus padres y su hermano mayor, va al colegio, tiene un mejor amigo y está enamorado de una chica que se llama Jessica. Hasta aquí todo normal. Salvo que Burt no es un niño normal y corriente. Burt sufre un trastorno mental y tiene una manera muy peculiar y está recluido en un Centro de Internamiento Infantil por algo que le hizo a Jessica.
Publicado por Blackie Books | 190 páginas | Compra en Amazon por 16,06€
(Pvp original: 16,90€) | ISBN: 978-84-941676-4-5
Cuando vi la portada del libro, me cautivó. Estaba deseando leerlo y quizá por ello lo empecé conforme llegó a mis manos. El argumento de ‘Cuando yo tenía cinco años, me maté’ de por sí te intriga, te desconcierta y (ya os aviso) te atrapa. Al principio comencé a leerlo sin saber bien qué estaba pasando. Pasaba las hojas haciéndome mil preguntas y queriendo saber más.
El relato comienza con Burt, el protagonista, describiendo su estancia en un centro de salud mental. Tan sólo tiene 8 años y quizá eso te provoque ganas de protegerlo, abrazarlo y hablarle. Al menos a mí me pasó. El libro está narrado desde el punto de vista del protagonista, por lo que podemos descubrir cada inocente pensamiento y reflexiones que hace Burt. Sus relatos del Centro de Internamiento Infantil se intercalan con los recuerdos del pasado del niño, en el que cuenta cómo era su vida antes de ingresar, lo que le pasaba en la escuela, cómo era la relación con sus padres, hermano mayor, amigos y profesores. De todos ellos, hay una persona a la que quiere especialmente. Su amiga Jessica.
«Una vez mi madre me dijo que cuando fuera mayor amaría a una persona y que entonces no querría que ndie le hiciera daño. Antes pensaba que esa persona sería Shrubs.
Pero no. Era Jessica». Pág. 179
Esas dos perspectivas (la del centro y la de su vida de antes) nos enseñan que Burt no es un niño corriente, en cierta medida es más maduro de lo normal, tiene una forma de conectar con la gente un tanto peculiar y sobre todo, una perspectiva del mundo muy especial. Dentro de él hay una disonancia entre el bien y el mal, entre lo que su juicio cree y lo que los mayores le dictan que debe hacer. Un niño que se aferra a su inocencia y a su infancia, que ve con malos ojos a los adultos y su manera de complicarse la vida. No los entiende. Pero es un niño muy listo y aventajado en los estudios.
Esta particularidad, su introspección, su mundo interior y los desequilibrios mentales que le definen, pone de manifiesto una reflexión que me llamó la atención: cuando está en el Centro de Internamiento Infantil, conocemos a distintos profesionales que le tratan y que le intentan ayudar. Por un lado, están los que se afanan a seguir las directrices y los cánones establecidos, a seguir el protocolo dictado. Por otro lado, está el caso de un profesional que va un poco más allá, que se olvida de tanta parafernalia. Éste último, es el que consigue conectar con nuestro protagonista. Conocerle, hacerse su amigo e intentar ayudarle a salir del pozo negro al que le llevan sus propios pensamientos. Realmente es el único que consigue conectar con él, puesto que Burt es capaz de desorientar y remover a todo aquél que se lo propone. Tiene una gran imaginación e inteligencia pero también un grave trastorno mental. La forma en la que intenta exteriorizar sus pensamientos y emociones es escribiéndolos en las paredes de su cuarto.
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La edición de Blackie Books es completamente preciosa. Está cuidada hasta el mínimo detalle. |
En definitiva, ‘Cuando yo tenía cinco años, me maté‘ de Howard Buten es una novela con una mirada inocente pero que conforma una novela adulta de obligada lectura. Un billete de ida a la infancia y una conexión con lo que una vez fuimos. Una forma de cuestionarnos nuestros propios principios y nuestra forma de actuar. Es una obra de culto de la literatura contemporánea que todo el mundo debería leer al menos, una vez en la vida.
¿Vosotros lo habéis leído? Si es así, ¿qué os ha parecido? #SweetParanoia. Nos leemos,